18 May 2005

reforma arriba

Hecha un ovillo entre tus pliegues -entre los ojitos y los zapatitos- me busqué dentro de ti con todo y las acotaciones pertinentes. Escuadriñé entre el ser y el no estar, pero la contradicción del planteamiento me dejó contando centavitos de cobre, bañados del sudor de la mano que los apretaba. Cada una de estas monedas tenía plasmada una cara chiquita de un hombre que no me miraba. Su vista clavada al frente me intimidó, me intimida aún. Aunque me incomoda reconocerlo, los seguí contando, y él siempre hechando un vistaso eterno al bordecito -uno- con rayitas -dos- ni siquiera a un milímetro de la nariz -tres- respira hacia la izquierda y las ranuritas se empañan -tres- el cabello está gastado -dos- tal vez no voltea porque teme por el bienestar de su nariz -uno- ya vete tengo muchas cosas que hacer.
Se lavantó siempre de lado, tomé la iniciativa, aunque mi seguiridad flaqueaba, me planté frente a él buscando ojos -juntos o separados-, nariz -ancha o delgada-, ceño -fruncido o relajado-, pero el frío perímetro de la moneda me heló la nariz, y salió rodando reforma arriba.

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